Golpeás la tierra. Llueve, y no hay otro lugar en el mundo. Quiero estar ahí. No te quedás quieto y te vas, corrés de al lado. Me das la mano. Pero no la quiero.
No es la primera vez que me decís eso. Hay un espacio entre los dos, como una grieta. No. una línea. Continuidad. Te gusta el movimiento del mar. A mi tambien. Pero más me gusta el sabor de la luna. Vos me decís: la tierra.
No, la luna. Cuántas veces querés que te lo diga. Y sos tan lindo...Que me alimenta, me vomita a la vida.
Y tenés una playa en la boca, una especie de sonrisa. Ahi estoy ahora, y mañana en tus pies. Y salimos a caminar, paseamos.
Pero ese dia golpeaste la tierra. Tan fuerte, que no te pude escuchar. Gritabas el silencio, y no pude oir...con lo que te gusta que yo oiga, que perciba los ruidos, perdón, los sonidos.
Y golpeaste y no te pude oir. No quise. Fue como esa tarde que me diste tu corazón, tan suavecito. No lo pude soltar, no quise.
Pero el espacio, la grieta, perdón, la línea. Vos decís: continuidad. Como en los sonidos.
Como en vos, digo.
Tu ruido me lo dijo. Tu sonido. Y no era un secreto, alto, el volumen me cantó. Me encantó.
Y esa música se metió por tus rulos, como hacen mis dedos cuando te aman.
Se metió en mis ojos, en mi centrode gravedad. Y no pudo salir.
Pero cuando golpeaste la tierra lo supe. Lo entendí.
Te ibas.
Te vas.
Te fuiste.
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